lunes, 18 de agosto de 2008

Dulce lamento hiriente


Al mirarte veo un mar luctuoso y profanado, irreverente, que no quiere someterse a tu voz, que perfora mi silueta incorpórea. Ahora las nubes se ciernen en mi contra y yo te contemplo desde mi estrella. Esta oquedad me hace sentir perpleja, navego entre brumas, nubes borrascosas, cirros grisáceos de espuma difusa.Sigo sofocando el alma que mora en mí, la tengo amordazada para que no grite lo que siento, para que no revele en balde esta ausencia mortífera que roza mis manos, que taladra mi suerte y enaltece mis miedos. Nunca instigas a mi persona, y yo me conformo con verte como algo verosímil dentro de mi mundo ficticio. Me has invitado a viajar al tártaro, pero yo allí no voy si no es contigo. Luego me convierto en tu verdugo y voy a las profundidades de mi aflicción, con un longevo corazón cansado de tu efigie.Tu amor es un suplicio, dejando resquebrajado el pesar que araña mis miedos y los convierte en dudas. Siguiendo tu rastro te veo frisar tu adolescencia, convertirte en lo que la osadía te propone, sin temeridad alguna, sin voces fantasmales que me hagan sentir cuitada.Me has descorazonado desde el principio y yo con recelo tomé tu mano todos estos años, sin abandonar este afecto y esta predilección por ti. En mi cripta guardo tu vacío, la soledad que me brindas y los besos que no me das.Has marchitado mi tiempo, y mi corazón se ha convertido en un viejo prematuro, anciano sin arrugas. Mientras tanto, no puedo dejar de inquirirte, de imaginar tu piel tersa, clara y transparente, resbalando por su tez nítida la fatalidad de su destino.Escucho un clamor que confirma mi sospecha, que anula la entereza, que borra todo el vigor, ni siquiera imagino tu amor plañido por el agua.Ahora, tal vez, esta brecha que trajo tu ausencia se convertirá en una grieta, una herida mal cicatrizada. El corazón se quiso perder y huir, sin dejar vestigio alguno, pero no se llevó esta congoja, esta absurda morriña cargada de pasiones lúgubres. Tu fulgor se desvanece. Y mi alma frígida, espera la evanescencia eterna entre el badén de la lluvia, el delirio de mi tiempo y el lodo discreto que observo sin ti en este día nebuloso, lleno de dolor y rabia por la ausencia que cohíbe mi pasión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

(Luis Cernuda)


Sé que es tu poema favorito, sé que lo repites todos los días de memoria, sé que te estremeces con él. Por eso, hoy te lo regalo.



Para tí, Ariadna.