lunes, 18 de octubre de 2010

Catarsis de concierto de Sabina



«La culpa fue de la literatura,
que es un deporte de alto riesgo» (J. Sabina)

Era una noche cualquiera. Nadie hubiera esperado algo especial de ese cielo cabrón de ojos abiertos que miraba con rabia a la ciudad de Murcia. Claro, que faltaba un pequeño detalle, y es que el flaco nos iba a acompañar durante unas horas. Nos hizo sentirnos poetas en aquellas horas de concierto, y la luz se enfrentaba por momentos a esa tenue debilidad traidora que cercena la alegría. Se hizo esperar –como todo lo que de veras importa- pero llegó con su costilla rota a llenarnos de versos y canciones. No supimos que estábamos vivos hasta que la luz de su música penetró en nuestras pupilas, diciendo que esta vida es transitoria y no hay más. Nos contó con su labia de poeta callejero cuán culpables eran los libros de su salud. Él mismo afirmó en palabras que recuerdo con tamaña ternura que “la culpa fue de la literatura, que es un deporte de alto riesgo”, y es que el caer de esa escalera era otra bella metáfora que salía de su ser hecho éxtasis. No sé si habría bebido un whisky on the rocks (quizá varios), o más bien –antes del concierto- habría incitado a las musas preparándose ese tipo de cócteles tan de su gusto, o si en este caso su motivación sería la inspiración del humo y su halo de incertidumbre. El flaco nos recibió con dos noticias. Le brillaban los ojos, esos ojos pequeños surcados en los bordes por unas bellas arrugas de existir. La primera era triste, acordándose de la muerte de José Antonio Labordeta, que nos ha dejado; la segunda, feliz y grata, anunciándonos que ya tenemos premio Nobel de literatura, que Mario Vargas Llosa es el príncipe de las letras, pero a su vez, advirtiéndonos sobre los peligros de los libros, sobre los riesgos de de la literatura (que los tiene). Así pasaban los minutos (luego las horas) entre risas, y tres generaciones se daban cita en aquel espectáculo ingrávido de la música. Vestido de frac y con su ya mítico bombín, nos desvelaba secretos que no aparecen en los libros ni en la televisión. Nos iba inyectando en el alma ese letal veneno de la vida, de la vida de un sexagenario que ha besado la miel del pecado y ha escalado montañas hasta llegar a las cimas de la ebriedad. Con su vida bohemia, con rota y desquebrajada voz, con su no sé qué y su qué se yo, me hizo emocionarme, a mí y a muchos otros, que yo miraba sus caras y veía impreso en sus rostros ese gesto amable del sentirse complacido. Con el cigarro temblándole en los labios, con su ese teclado mellado del acordeón, con esa música que parece que se ha hecho madura con el paso del tiempo, que no ha envejecido y que nunca lo hará porque sigue viva, que pervive, pues la música también es una forma de inmortalidad. Eso me enseñó Sabina, que la música es una forma de inmortalidad, no sé si más noble que la literatura pero sí al menos lo es tanto como esta última. Poco más, bueno sí, que gracias por existir y por hacer en mí un poco de catarsis. Me llevo en la memoria el recuerdo de esta noche, el recuerdo de ese cielo nigérrimo de la noche de ojos abiertos, y el recuerdo de la leve intensidad de las luces del alba. Ya estará amaneciendo, es probable que ya se pueda atisbar en el cielo el resplandor de claridades primeras. No sé si algún día tendrás conciencia del sentimiento que infundes en la vida de mucha gente (quizá ya te hayas dado cuenta). No sé si escribo porque te admiro o porque sé que nunca te dejaré de admirar (quizá por sendas cosas). Poco importa ya. La luz me pide descanso, pero es bonito ver amanecer. Es bellísimo ver amanecer después de esta catarsis, dormirse despacio mientras el ruido irrumpe en las ciudades, desgarrando las entrañas de la tierra. No sé si esto será una despedida, o sólo el comienzo de una eterna mostración. En esta noche cualquiera de cuyo cielo quisiera acordarme, itero mi agradecimiento. No sé si a las musas por lo que te dan cada noche entre suaves desvelos, o a ti… por ser respuesta entre mundos sedientos de palabra. Sólo un deseo y una petición: que seas feliz y sigas escribiendo.

Ojalá volviera a verte…