domingo, 16 de noviembre de 2008

Ángeles en la niebla (a las almas perdidas)


Esto es para las almas que sufren, que lloran, que buscan la anhelada respuesta sin hallarla, proporcionales a los pasos desequilibrados del sin sentido. Esto no es más que una parte de lo que soñamos y nunca será más que una realidad futura. ES el grito del que calla y también del que no dice; de aquel que como ángeles en la niebla, se conforma con existir sin ser. –Todos existimos pero pocos somos-. Ser significa rozar el alma y sentirnos vivos y nadie llama en la noche, nadie mira al cielo. Si el dedo señala a la luna, todos miran el dedo. La luna está muy lejos, demasiado alta, muy arriba y nosotros aún somos pequeños y además estamos perdidos, muy perdidos. (Caminos nos separan sin remedio).
Esto es un prefacio de nunca que permanecerá siempre mientras haya alguien al otro lado del mar, tras la tormenta, en el sopor de las olas. Esto es lo que tú quieras que sea y vivirá mientras tú vivas, mientras sientas y sueñes. Ahora sólo hay ángeles en la niebla… ¿lo ves? , mira a lo lejos, pues te llaman. Tal vez quieran contarte algo, decirte que las nubes son nubes porque están en el cielo y que tú eres tú porque estás en el mundo. Los ángeles te abrazan, te hablan y tú no los escuchas –sigues mirando el dedo en vez de la luna- como algo irreversible. Nadie te juzga, eres tú mismo el que se señala y se hundo. Seguir no es fácil sin sueños pero quedas tú o los ángeles –indistintamente-.
Sabes que eres un alma que sufre, pero no sabes el porqué y es el algo semejante al “odi et amo” de Catulo. La respuesta nadie la sabe. No sabes si tu dolor es odio, sin sentido, amor o ignorancia. Posiblemente no sea ninguna de estas cosas o tal vez todas revueltas.
Sin embargo, miras la luna cada día y el dedo te parece invisible. No lo miras porque ni siquiera lo ves. Nadie te lo ha dicho pero eres diferente y te toca elegir. Ya eres uno de ellos, un ángel en la niebla, en la estancia lóbrega de ti mismo. Tú decides:


“Cada ángel es aquello que eligió, aquello que sintió desde el principio, sin excusas, sin devaneos ni condiciones. Ángel es aquel que sabe que existe el cielo aunque nunca lo contemple, aquel que ama su vida y sus sueños. Ángel es todo aquel que entendió que el sufrimiento forma parte de la vida, que hay que sobreponerse porque en algún momento la felicidad llegará como ríos de lava. Es aquel que entiende que lo difícil no es caer sino levantarse siempre ¿oíste? ¡siempre! Ángeles somos mientras nuestros ojos brillen con ese brillo sombrío que el tiempo acaba curando. Ángeles de nosotros mismos. Ángeles que cuidan de las almas, sabiendo que aunque no hay catarsis, somos escépticos convertidos a la utopía. Creemos en lo que somos y somos lo que queremos ser. La redención se acerca pues ya advienen las almas. Entre la niebla se atisba la última vigilia de los ángeles”

Besos de barro









Nace la poesía como el barro de mis ojos inconformes,
Pasa el invierno,
El otoño se abre paso,
Trazando una escultura de acero en los chopos.
Hace frío y llueve en el alma,
Y tus ojos grises se clavan de nuevo
En mi máquina de ruido
Porque queda muy grande llamarla corazón.
Raíces que estercolan esta senda efímera,
Augurio de un tiempo remotísimo,
Y es tan antaño este deseo
Que ni siquiera recuerdo el sabor del último beso.
Labios agrietados, llagas inmortales,
Sabor a ron, olor a humo barato
Besos y besos en un instante sin tiempo
¡Cuánto te quise!

Vuelve a la memoria, como una idea fugaz
El momento en que me tomaste en tus brazos
El cielo se cerró y dio un portazo helado,
Aquella noche cayeron mil estrellas,
Aquella noche te amé, y fuiste poesía
Y yo fui poeta,
Poeta incompleta que escribe a tus besos de barro.

Me fundí entre sábanas, me quemé en tu fuego
Amé tus ojos, inconformes como los míos,
Tu boca inquieta, tu cuerpo tibio,
Y hasta tus lágrimas furiosas.
La nostalgia nos condujo hasta aquel callejón
Y me dormí en tus brazos,
Como una niña ante lo desconocido.
Sentía como el tiempo quería anestesiar
Poco a poco cada uno de nuestros besos.
Nadie podía degollar nuestra vida,
Asesinar nuestros sueños.
Estábamos juntos, viendo caer la lluvia por el cristal,
Te amé bajo aquel diluvio como un ángel herido
No era más que cenizas en las sombras del anochecer
Solos tú y yo, cómplices de aquel amor adolescente
Sellado en el tiempo con besos de barro.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Melodía en Si b










Hay canciones que tienen algo especial. Canciones que hacen vivir, que consiguen hacerte sonreír o entrar en una profunda melancolía, pero una melancolía buena, de disfrutar de la tristeza no impuesta de uno mismo. "Hay una clase de melancolía que no atrapa, sino que nutre la libertad. En esa melancolía como espuma en las olas se alzan los sueños" (Manuel Rivas)
Me gustan esas canciones y las escucho cada día. Las escucho cada día porque vivo con cada nueva melodía, con sus cambios excelentes que dan un vuelco al corazón. Son canciones como las de Evanescence, canciones llenas de encanto melancólico, que esconden tras cada nota una nueva sensación. Son los acordes del piano. Se introduce el pedal y todo cambia. El sonido se hace grande y te hace vibrar y todo es perfecto. Me encantan esas canciones. El vals de Amelie. La lista de Schindler. My inmortal. Son canciones para vivir. Para sentir. Me gustan esas canciones que nadie conoce, esas canciones que son ajenas y desconocidas para todo el mundo y que sólo unos pocos escuchan y entienden. Porque hay canciones que entiende muy poca gente. Canciones diferentes como las de Apocalyptica, en las que el violonchelo rompe todos los esquemas de la melodía buscando algo novedoso, algo que sólo saben apreciar unos pocos.
Vivo por y para esas canciones. Para sumergirme en ellas a cada instante, porque cuando el piano da el primer acorde, siento que todo empieza. Cada canción es una nueva historia, una nueva historia que contar que poco a poco nos introduce a paraísos desconocidos, a esferas sobrenaturales alejadas de lo real. La música es realidad y deseo. La música es una herida inmensa que al igual que el bisturí de Juan José Millás, cicatriza al tiempo que se abre. Es la herida de los acordes. Una herida en clave de sol que sólo es curada con más música. A veces la herida es en clave de fa, como el sonido del violonchelo. Y todo se vuelve más grave y complicado, pero el disfrute es el mismo, la sensación es la misma. Siempre lo mismo. Vivir.
Y me gusta sentarme frente al piano y mirar las teclas negras que son las que realmente proporcionan ese sonido fantasioso a través de sus cambios y alteraciones. Me fascina contemplar la anatomía del violonchelo, que parece una mujer sentada de espaldas, desnuda y silente. Una mujer que quiere escribir una melodía en si b, porque las melodías en si b son bellísimas. Yo diría que las más bellas que existen. Cuando intento componer algo al piano, siempre procuro que sea en si b. A veces no consigo componer nada, pero al rato siento esa tranquilidad de haber gozado con cada nota. Y cuando consigo componer algo de lo que me siento satisfecha, siento que he tocado el cielo, que he vivido de nuevo. Por que la melodía es lo más importante. Ya lo dijo Carlos Ruiz Zafón: “La letra es lo que creemos entender, pero lo que realmente entendemos es la música”. Así, las canciones, al igual que la poesía, nos llegan no por lo que se dice, sino por cómo se dice. Mientras tanto Evanescence me devuelve el aliento y la vida. El piano y sus acordes. El bisturí que cierra las heridas con una sola canción, mi canción. Mi melodía en si b.



domingo, 2 de noviembre de 2008

Levantarse y vivir (Bienvenido Noviembre)





Octubre se agota. Bienvenido Noviembre. Bienvenida la vida, los sueños, las ilusiones. Bienvenido todo aquello que traiga alegría que no haga daño, que haga tocar un poco el cielo y alcanzar la dicha y limpiar las almas. Bienvenidas las sonrisas gratis, los “te quieros” dichos con sinceridad, las noches de vigilia bajo la luna. Bienvenido a todo.
Esto es la vida, esto es el sueño eterno del presente, la esperanza del después, la estela del futuro, la senda sin penas del disfrutar. Por que cada día hay que levantarse y vivir. Dar un portazo a las dudas. Vencer a los miedos. Derrotar a los fantasmas pasados. Doblegar las injusticias propias y ajenas. Luchar. Siempre luchar para acabar con la mugre de la ignorancia y el estigma del miedo. La vida es el arte de hacer de la lluvia de octubre un sol en noviembre. Y es entonces cuando te alegras de ser, de haber tenido miedo, de haber llorado. Porque todas esas lágrimas han servido para que ahora te levantes y empieces a caminar. Esas lágrimas sirvieron para que ahora seas lo que eres, para que seas simplemente aquello que quieras ser. Ya no hay lágrimas, sólo me queda levantarme, coger una flor y lanzarla al vacío. Lanzarla al vacío como se lanzan las penas al mar del olvido para que nunca regresen, para que jamás encuentren el camino al corazón del hombre. La vida es algo que no esperas, algo que te sobrecoge y te agarra por la espalda, algo que sin querer te va pasando aunque te duela. La vida es una rutina constante forjada en momentos inolvidables y mágicos. Es como esa canción eterna que nunca acaba, que siempre está en la mente de las personas que sueñan y que no han perdido las ganas de vivir. Y todo se resume a eso, a vivir. Levantarse cada día y respirar el mismo aire de noviembre. El aire alentador del mes de Noviembre que me recuerda que sigo viva, que sigo soñando, que ahí más tras este cielo nublado. Levantarse cada día y sonreír. Bienvenido Noviembre.