sábado, 14 de marzo de 2009

Estoy amando a una piedra.




Estoy amando a una piedra.
Ayer la encontré en mi jardín de guijarros
y me miró con ternura rabiosa.
La estoy amando pues me quiere.
Me lo demuestra cuando me habla en susurros
de cosas insignificantes que me conmueven.
Me lo afirma cuando me mira inquietante
y se le escapa una lágrimas gris
tras de su materia.
Me lo dice cuando me cuenta que quizá
el mundo esté lleno de piedras
y no de personas ni seres humanos.
Me lo relata cuando la gente la pisa
con sus tacones de aguja afilada
y se siente herida.
Me lo redice cuando la cojo y la estrecho
en mis brazos tendidos al viento
y espero a que se duerma
y entonces la devuelvo a mi pequeño
jardín de guijarros.
Donde la gente la pisa,
mientras que yo la beso.
Donde se muere de frío,
mientras que le ofrezco mi abrazo.
Donde se muere de miedo
Mientras que la envuelvo en la calma.
Entonces vuelve a mirarme
y me conmueve.
Me dice que todos somos piedras,
como ella.
Me dice que la deje,
que la abandone y no.
Y no puedo dejarla.
Estoy convicta.
Y sí, estoy amando a una piedra,
tanto como nunca logré amar a nadie.









Fotografía: "El beso" (Brancusi)