Es Navidad y lo noto en las calles, en la gente, en los niños. Las calles revestidas de ensueño –de lujo a veces- , de luces y de color. La gente ajetreada, revulsiva de un lado a otro, siempre a contra pie, descarriada, pero nada de eso importa porque es Navidad. También lo noto en los niños que viven llenos de ilusiones, en un mundo fantasioso donde nada es real y a veces eso me pone triste. Tanta ilusión, tantos sueños, tanta magia. Pues tan sólo es eso: ilusión, sueños y magia.
El cielo sigue azul en las mañanas, azul cobalto y muchas veces me paro a pensar en qué me parezco yo a esos colores que irradia el cielo. Quizá eso tampoco importe porque estamos en Navidad. Hay villancicos. Mucha comida y reuniones familiares. Pero yo sigo mirando al cielo y sus colores y sigo pensando cómo sería una navidad sin luces, sin sueños y sin ilusión. Quisiera inventar un personaje ficticio que viviese ese tipo de navidad. Esa navidad desbaratada y extraviada del resto. Me gustaría dar vida a alguien que pensara así. Me gustaría ser capaz de hacer eco de la invención y perfilar a ese mágico ser que mira el mundo con otros ojos, no con los ojos convencionales que muestra la gente en general. Tal vez trate de crear a ese personaje. Sería realmente maravilloso sondar en la psicología interna de ese ser, de ese ente que carece de sueños, que carece de ilusión por la Navidad.
Trato de imaginar cómo sería ese ser y lo imagino triste y cansado. No sé si sería hombre o mujer, pero tal vez fuera una fémina de ojos enormes y pelo negro azabache. De ojos muy grandes y abiertos que pareciera que se le salen de sus órbitas. Sus pestañas serían también muy negras, un negro plomizo y muy brillante a la luz. Toda ella sería un espejo incandescente de resplandores melódicos. Me gustaría pintar con ceras de colores a ese ser y crear un dibujo para imaginar por un momento todos sus rasgos. Sería maravilloso soñar y hablar con ese ser, con esa niña de ojos enormes y pelo muy negro. Sin embargo, me conformo con salir a la calle y mirar al cielo y escuchar la “Sonata Claro de Luna” de Beethoven y emocionarme un poco igual que se emocionan los niños con sus regalos. Me conformo con la simple compañía de la luna en estas noches tan frías de invierno. Me conformo con la inconformidad, con un país mágico de sueños renovados ausente a todo lo demás. Y también me conformo con volar un poco buscando nuevas formas de vivir, las formas de vivir que tendría mi personaje inventado, esa niña a la que posiblemente llamaría Ariadna. Tejedora de sueños e ilusiones aunque siempre de pensamientos tristes pero reconfortantes. Tejedora de nuevas historias enredadas en hilos ariádnicos.
Posiblemente también creara un nuevo paraíso edénico, un nuevo jardín idílico, un nuevo “locus” para mi queridísima Ariadna. Sería un lugar alejado y bellísimo, muy parecido al ya nombrado “Lugar más bello del mundo”.Pero mientras tanto es Navidad y Ariadna no existe sino en mi imaginación. Es Navidad para la gente, pero para el ser de imaginación no.
La maravillosa Sonata de Beethoven sigue perforando mis oídos con una melodiosa armonía. Continúa el gentío en las calles y los niños llenos de ilusión y yo continúo escribiendo aunque me gustaría quizá llegar a algún nuevo lugar y descubrir que hay más vida detrás de todo lo impuesto. Sueño y me hundo casi en la utopía de que detrás de las calles hay un nuevo paraíso, por supuesto que perdido porque no existen más paraísos que los perdidos. Estoy convencida de que mientras escucho la música vuelvo a vivir y aunque la Navidad me produzca tristeza a veces aprendo a sonreír. En la vida todo es un aprendizaje constante aunque a veces también desaprendemos. Me gustaría desaprender la Navidad, me gustaría desaprender la guerra, y los miedos, y el odio. Pero supongo que mientras tanto me conformo con estas líneas y me conformo además con crear algún día en un tiempo venidero a ese ser mágico que sea capaz de ser por mí y de yo ser por él. Ese ser que como en la fotografía, camina sola entre las calles nevadas, entre las luces y las farolas que afirman que ya ha llegado la Navidad.
Por ahora esto desaprendiendo de la tristeza y aprendiendo que quizá haya algo que mueva este “Rayo que no cesa”, esta llama que me quema y abraza cual lumbre encendida que serpentea a llamaradas furiosas y muy noctívagas. Muy noctívagas como el cielo y la luna que contemplo cada noche, pensando y pensando cómo llegar a aquel lugar, cómo llegar a ser un ángel furioso capaz de volar en un cielo que sueña por desaprender la Navidad.
El cielo sigue azul en las mañanas, azul cobalto y muchas veces me paro a pensar en qué me parezco yo a esos colores que irradia el cielo. Quizá eso tampoco importe porque estamos en Navidad. Hay villancicos. Mucha comida y reuniones familiares. Pero yo sigo mirando al cielo y sus colores y sigo pensando cómo sería una navidad sin luces, sin sueños y sin ilusión. Quisiera inventar un personaje ficticio que viviese ese tipo de navidad. Esa navidad desbaratada y extraviada del resto. Me gustaría dar vida a alguien que pensara así. Me gustaría ser capaz de hacer eco de la invención y perfilar a ese mágico ser que mira el mundo con otros ojos, no con los ojos convencionales que muestra la gente en general. Tal vez trate de crear a ese personaje. Sería realmente maravilloso sondar en la psicología interna de ese ser, de ese ente que carece de sueños, que carece de ilusión por la Navidad.
Trato de imaginar cómo sería ese ser y lo imagino triste y cansado. No sé si sería hombre o mujer, pero tal vez fuera una fémina de ojos enormes y pelo negro azabache. De ojos muy grandes y abiertos que pareciera que se le salen de sus órbitas. Sus pestañas serían también muy negras, un negro plomizo y muy brillante a la luz. Toda ella sería un espejo incandescente de resplandores melódicos. Me gustaría pintar con ceras de colores a ese ser y crear un dibujo para imaginar por un momento todos sus rasgos. Sería maravilloso soñar y hablar con ese ser, con esa niña de ojos enormes y pelo muy negro. Sin embargo, me conformo con salir a la calle y mirar al cielo y escuchar la “Sonata Claro de Luna” de Beethoven y emocionarme un poco igual que se emocionan los niños con sus regalos. Me conformo con la simple compañía de la luna en estas noches tan frías de invierno. Me conformo con la inconformidad, con un país mágico de sueños renovados ausente a todo lo demás. Y también me conformo con volar un poco buscando nuevas formas de vivir, las formas de vivir que tendría mi personaje inventado, esa niña a la que posiblemente llamaría Ariadna. Tejedora de sueños e ilusiones aunque siempre de pensamientos tristes pero reconfortantes. Tejedora de nuevas historias enredadas en hilos ariádnicos.
Posiblemente también creara un nuevo paraíso edénico, un nuevo jardín idílico, un nuevo “locus” para mi queridísima Ariadna. Sería un lugar alejado y bellísimo, muy parecido al ya nombrado “Lugar más bello del mundo”.Pero mientras tanto es Navidad y Ariadna no existe sino en mi imaginación. Es Navidad para la gente, pero para el ser de imaginación no.
La maravillosa Sonata de Beethoven sigue perforando mis oídos con una melodiosa armonía. Continúa el gentío en las calles y los niños llenos de ilusión y yo continúo escribiendo aunque me gustaría quizá llegar a algún nuevo lugar y descubrir que hay más vida detrás de todo lo impuesto. Sueño y me hundo casi en la utopía de que detrás de las calles hay un nuevo paraíso, por supuesto que perdido porque no existen más paraísos que los perdidos. Estoy convencida de que mientras escucho la música vuelvo a vivir y aunque la Navidad me produzca tristeza a veces aprendo a sonreír. En la vida todo es un aprendizaje constante aunque a veces también desaprendemos. Me gustaría desaprender la Navidad, me gustaría desaprender la guerra, y los miedos, y el odio. Pero supongo que mientras tanto me conformo con estas líneas y me conformo además con crear algún día en un tiempo venidero a ese ser mágico que sea capaz de ser por mí y de yo ser por él. Ese ser que como en la fotografía, camina sola entre las calles nevadas, entre las luces y las farolas que afirman que ya ha llegado la Navidad.
Por ahora esto desaprendiendo de la tristeza y aprendiendo que quizá haya algo que mueva este “Rayo que no cesa”, esta llama que me quema y abraza cual lumbre encendida que serpentea a llamaradas furiosas y muy noctívagas. Muy noctívagas como el cielo y la luna que contemplo cada noche, pensando y pensando cómo llegar a aquel lugar, cómo llegar a ser un ángel furioso capaz de volar en un cielo que sueña por desaprender la Navidad.
2 comentarios:
Aprender y desaprender...de eso se compone la vida y el crecimiento personal...preciosa forma de plasmarlo, eso es estar viva y consciente de uno mismo, de lo q nos rodea, aunq a veces nos llene de tristeza al ver q lo q tenemos a nuestro alrededor o nosotros mismos no alcanza nuestras expecatativas, entonces es cuando hay q plantease q quizás esas expectativas eran erróneas, q quizás alquien nos enseñó mal...q podemos cambiar mil cosas de nosotros mismos y de lo q nos rodea, q hay un mundo ahí fuera por costruir y q nosotros mismos podemos ser lo q nos propongamos.
La navidad será todo lo brillante q tu la hagas, tu serás esa niña de pelo azabache y ojos de mirada profunda y el cuento será tu vida, solo tienes q ponerte a escribir...hay sueños para sensatos, creeme.
Un enorme beso.
Pués me gustaría a mi también que la Navidad no fuera una farsa, que exitiera alguien que pusiera a los hipocritas en su sitio...
Me gustaría que las ilusiones de los más desfavorecidos y golpeados por la vida se realizaran de immediato...
Me gustarían tantas y tantas cosas... pero en esta vida no todo depende de uno mismo sinó de conciencia social, que por ahora brilla por su ausencia.
Me alegra que hayas vuelto por el blog! Estás invitada cuando quieras!
Muakssssssssssssssss
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