“No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos”.
(Luis Cernuda)
¡Cuánta razón tiene Cernuda! ¡Cuánta!. Si tan sólo pudiera decirle que amo cada uno de sus versos, que necesito que siga escribiendo porque me ahogo, porque necesito la fragancia de sus palabras que me envuelven en un halo mágico. Sí, es necesidad. Necesito cerrar los ojos y que me susurre al oído versos renovados y que me haga sonreír. Las luces se van apagando y al final del túnel sólo quedan palabras, meras palabras que recojo y recompongo para que lleguen a mi corazón. No es fácil. No es fácil sentir cómo se llena el alma y la respiración se entrecorta, y las manos te tiemblan, y la boca se te seca y el pulso se para. No es fácil ni común que esto ocurra, pero de vez en cuando sí que pasa y nos conmueve, tanto como a mí en este instante.
Necesitaba contarlo al extraer esta frase de uno de sus poemas. Necesitaba decir que no hay más muerte que la vida de uno mismo no vivida en toda su plenitud. No hay más muerte que la vida desaprovechada, malgastada. No hay más muerte que tener esa sensación a cada instante, mientras los relojes nos controlan y nos vigilan. Tratamos de no morirnos, de no dejar que nos maten el amor, pero… hay demasiadas lágrimas derramadas por la tierra. Hay demasiada gente que todavía no escucha las canciones de Yann Tiersen, y demasiada gente que se encuentra perdida, y demasiada gente que nunca querrá encontrarse. Preferimos perdernos mientras tanto en cualquier resquicio secreto. Da igual. Puede ser un poema, una canción, un recuerdo, una sonrisa. Lo de menos es qué. Lo importante es hacerlo y sentir que no conseguirán matarnos el amor, que aunque muramos poco a poco y lentamente nos quedarán esas ganas por seguir disfrutando de las cosas más nimias que existen.
Un piano.
Dos acordes.
Sentimientos.
Muchos sentimientos.
El alma irradiada de sentimientos.
El alma terriblemente colérica de magia.
El alma desgarrada en una magia infinita.
El alma anegada mitigando mis miedos.
Otra vez dos acordes.
Tres.
La lluvia tras es cristal.
Mis manos en el piano.
Algo que decir.
Algo que sentir.
Algo que mostrar.
Algo.
Queda algo.
Siempre queda algo.
(Luis Cernuda)
¡Cuánta razón tiene Cernuda! ¡Cuánta!. Si tan sólo pudiera decirle que amo cada uno de sus versos, que necesito que siga escribiendo porque me ahogo, porque necesito la fragancia de sus palabras que me envuelven en un halo mágico. Sí, es necesidad. Necesito cerrar los ojos y que me susurre al oído versos renovados y que me haga sonreír. Las luces se van apagando y al final del túnel sólo quedan palabras, meras palabras que recojo y recompongo para que lleguen a mi corazón. No es fácil. No es fácil sentir cómo se llena el alma y la respiración se entrecorta, y las manos te tiemblan, y la boca se te seca y el pulso se para. No es fácil ni común que esto ocurra, pero de vez en cuando sí que pasa y nos conmueve, tanto como a mí en este instante.
Necesitaba contarlo al extraer esta frase de uno de sus poemas. Necesitaba decir que no hay más muerte que la vida de uno mismo no vivida en toda su plenitud. No hay más muerte que la vida desaprovechada, malgastada. No hay más muerte que tener esa sensación a cada instante, mientras los relojes nos controlan y nos vigilan. Tratamos de no morirnos, de no dejar que nos maten el amor, pero… hay demasiadas lágrimas derramadas por la tierra. Hay demasiada gente que todavía no escucha las canciones de Yann Tiersen, y demasiada gente que se encuentra perdida, y demasiada gente que nunca querrá encontrarse. Preferimos perdernos mientras tanto en cualquier resquicio secreto. Da igual. Puede ser un poema, una canción, un recuerdo, una sonrisa. Lo de menos es qué. Lo importante es hacerlo y sentir que no conseguirán matarnos el amor, que aunque muramos poco a poco y lentamente nos quedarán esas ganas por seguir disfrutando de las cosas más nimias que existen.
Un piano.
Dos acordes.
Sentimientos.
Muchos sentimientos.
El alma irradiada de sentimientos.
El alma terriblemente colérica de magia.
El alma desgarrada en una magia infinita.
El alma anegada mitigando mis miedos.
Otra vez dos acordes.
Tres.
La lluvia tras es cristal.
Mis manos en el piano.
Algo que decir.
Algo que sentir.
Algo que mostrar.
Algo.
Queda algo.
Siempre queda algo.
6 comentarios:
Realmente bonito y cuánta razón tienes!
Me ha emocionado este post.
Un saludo.
El piano es un instrumento muy personal.
Es bueno acompañando. Pero es solitario. Elegante, en su soledad.
El amor nunca muere, sólo cambia de sitio.
“V'adoro, pupille,
saette d'amore,
le vostre faville
son grate nel sen.
Pietose vi brama
il mesto mio core,
ch'ogn'ora vi chiama
l'amato suo ben.”
(Aria de Cleopatra “V'adoro, pupille” de la ópera Julio Cesar de J.F.Haendel)
"Necesitaba decir que no hay más muerte que la vida de uno mismo no vivida en toda su plenitud."
Esto me ha recordado a una frase de Gustav Jung: "La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir". Y supongo que no se "vive" cuando carece de plenitud y autenticidad...
"Hay demasiada gente que todavía no escucha las canciones de Yann Tiersen"
Bueno, hay gente que prefiere escuchar canciones en español para así disfrutar de la letra. En tal caso, al gozo emocional o sentimental que conlleva la música, se une el estímulo intelectual de la letra de las canciones, de la poesía... Así que no me parece nada mal que la gente no escuche a Yann Tiersen o a otros compositores de música instrumental o de canciones con letra en distinto idioma.
Hablando de Yann Tiersen, ¿te has enterado de que tocará en Cartagena el 24 de julio?
Besos y versos ;)
Puede que el amor nunca se pierda, puede que quede en un rincón esperando a que alguien lo rescate, lo cierto es que nos sentimos mejor cuando no lo aislamos, cuando no dejamos que vaya solitario a ese rincón.
Un beso.
Cuanto el aliento vuelva a mí te aviso.
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