Días de lluvia. Me gustan las tardes de lluvia. A veces se ansían tras la canícula insoportable, tras el sopor de los rayos candentes del sol, de las mañanas a destajo de verano asfixiante. A veces es hermoso disfrutar del llanto de la lluvia, tras el tórrido estío y ver como reluce el cieno y vuelve a brotar el rocío y la humedad ostensible hace callar al bochorno. Así poco a poco, al igual que el calor, todo empieza a menguar. Las tardes son infinitamente más cortas, el sueño disminuye y las tácitas madrugadas en una terraza de verano, también se esfuman como un soplo tajante de aire fresco.
Es así, y es hermoso contemplar como la vida, como un ciclo, va variando y lo perenne se vuelve caduco, mientras se contempla la solemnidad del hastío. De un hastío otoñal que se antoja cercano, que parece latente y visible y que poco a poco contribuye a que la vida en la tierra sea diferente y cambie por momentos o por estaciones. Así parece que todos los habitantes de la tierra paseamos en una hermosa goleta que nos conduce a morada inhóspitas, a miles de locus que jamás imaginamos habitar entre tanta gente. Poco a poco nuestro transatlántico se va colmando de sueños como una gran escuna cual fénix reluce en lo alto, henchido en el centro, consagrado por la lumbre del declive. Entonces vuelvo a adorar Macondo, y me siento orgullosa de haber leído a Vladimir Mayakovsky y mi alterego semeja un carrousel. Siento muy dentro el Abrazo de Vergara, la anestesia mortecina que corroe la sonsa y deshace los helados de vainilla que saborean los niños mientras dan patadas a un balón en la plaza del parque. Es como si me hubiese inyectado quinientas mil toneladas de nepentes, y toda tristeza se hubiese precipitado por el dulce y amargo Léucato. Sin embargo, hecho de menos las noches
veraniegas en que los amantes se cogían de la mano, sin miedo al frío posterior, sin temor al albedrío desencajado que se hacía presente en la ciudad. Poco a poco las palabras se agolpan entremezcladas con lágrimas, con la misma deslealtad de un piano desafinado y sin teclas negras, o como una rapsodia en si m, o un vals en compás de 4/4.
Sin cosas paranormales, como esas lágrimas que se divisan a través del cristal, lágrimas vestigio del pasado, lágrimas de nostalgia, lágrimas de alegría. En fin, lágrimas. No es difícil levantar los pies del suelo, el problema es volver a pisar las baldosas, el problema es volver a tejer con el mismo hilo que dejamos abandonado tiempo atrás, con la misma serenidad que teníamos cuando éramos. Y ahora que somos, lo importante es el camino, lo importante es seguir, ya sea en días estivales o en estaciones posteriores cargadas de insomnio frígido. Agolpadas por miles de preocupaciones, abigarradas a miles de frases que colman como un éxtasis de árboles cenicientos. Es dulce sentir el sabor de la sangre coagulada, el llanto congelado de lo que fue y la incertidumbre y el pavor de lo que será. Pero sea lo que sea; otoño, verano, invierno –dejo la primavera en una clasificación al margen- lo más gratificante es seguir caminando a pesar de las piedras. Ya lo dijo Eduardo Galeano: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino dos pasos y el horizonte queda diez pasos más allá.Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.
Caminar es lo único que importa, ya sea para alcanzar la meta o para despeñarse para siempre. La vida constituye riesgo, es difícil seguir tejiendo en estos laberintos a los que poco a poco nos adentramos, con temor y rabia, con celos y desencanto. Me apasiona verte y que no me veas, es realmente fabuloso ver como cae la lluvia y tras el cristal te diviso. Sólo entonces puedo comprender que sigo viva y que por el momento, quiero seguirlo estando. No podría terminar, el final se lo dejo al poeta:
Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos
Es así, y es hermoso contemplar como la vida, como un ciclo, va variando y lo perenne se vuelve caduco, mientras se contempla la solemnidad del hastío. De un hastío otoñal que se antoja cercano, que parece latente y visible y que poco a poco contribuye a que la vida en la tierra sea diferente y cambie por momentos o por estaciones. Así parece que todos los habitantes de la tierra paseamos en una hermosa goleta que nos conduce a morada inhóspitas, a miles de locus que jamás imaginamos habitar entre tanta gente. Poco a poco nuestro transatlántico se va colmando de sueños como una gran escuna cual fénix reluce en lo alto, henchido en el centro, consagrado por la lumbre del declive. Entonces vuelvo a adorar Macondo, y me siento orgullosa de haber leído a Vladimir Mayakovsky y mi alterego semeja un carrousel. Siento muy dentro el Abrazo de Vergara, la anestesia mortecina que corroe la sonsa y deshace los helados de vainilla que saborean los niños mientras dan patadas a un balón en la plaza del parque. Es como si me hubiese inyectado quinientas mil toneladas de nepentes, y toda tristeza se hubiese precipitado por el dulce y amargo Léucato. Sin embargo, hecho de menos las noches
veraniegas en que los amantes se cogían de la mano, sin miedo al frío posterior, sin temor al albedrío desencajado que se hacía presente en la ciudad. Poco a poco las palabras se agolpan entremezcladas con lágrimas, con la misma deslealtad de un piano desafinado y sin teclas negras, o como una rapsodia en si m, o un vals en compás de 4/4.
Sin cosas paranormales, como esas lágrimas que se divisan a través del cristal, lágrimas vestigio del pasado, lágrimas de nostalgia, lágrimas de alegría. En fin, lágrimas. No es difícil levantar los pies del suelo, el problema es volver a pisar las baldosas, el problema es volver a tejer con el mismo hilo que dejamos abandonado tiempo atrás, con la misma serenidad que teníamos cuando éramos. Y ahora que somos, lo importante es el camino, lo importante es seguir, ya sea en días estivales o en estaciones posteriores cargadas de insomnio frígido. Agolpadas por miles de preocupaciones, abigarradas a miles de frases que colman como un éxtasis de árboles cenicientos. Es dulce sentir el sabor de la sangre coagulada, el llanto congelado de lo que fue y la incertidumbre y el pavor de lo que será. Pero sea lo que sea; otoño, verano, invierno –dejo la primavera en una clasificación al margen- lo más gratificante es seguir caminando a pesar de las piedras. Ya lo dijo Eduardo Galeano: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino dos pasos y el horizonte queda diez pasos más allá.Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.
Caminar es lo único que importa, ya sea para alcanzar la meta o para despeñarse para siempre. La vida constituye riesgo, es difícil seguir tejiendo en estos laberintos a los que poco a poco nos adentramos, con temor y rabia, con celos y desencanto. Me apasiona verte y que no me veas, es realmente fabuloso ver como cae la lluvia y tras el cristal te diviso. Sólo entonces puedo comprender que sigo viva y que por el momento, quiero seguirlo estando. No podría terminar, el final se lo dejo al poeta:
Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos
arrebatarme tanta felicidad
..........................
Desisto de adentrarme en su recinto,
no tengo fuerzas para celebrar
la melancólica liturgia de la separación.
Sólo deseo ya dormir, dormir,
tal vez soñar...
16 comentarios:
yo en ello amo compañía, y en la compañía amo soledad
eso es estar vivo en propia utopía, y la propia utopía siempre lleva un tú, la utopía es siempre una mujer dulce que goza contigo y bebe y escribe y canta y sueña de amor, que sabe que
amor es libertad
muchacha!! que mañana tengo examen y estoy acojoná
pero eso si, ya es el ultimo y ya me puedo pasar por aki mas a menudo y leerte y releerte.
besitos!! con te de carameloooo
Carmen, leía,leía, tu escrito y más me conmovían tus palabras. Hay algo más, debo agradecerte haberme recordado a Mayakovsky. Recurrí entonces a una biografía sobre él, porque hacía muchos años que no lo leía y rescaté una de sus frases: "...la barca del amor ha varado en la vulgaridad."
Ese es valor que tiene lo que escribes, nos reconcilia con la vida.
Un abrazo. Adal.
quise decir: "ese es el valor"
Gracias.
Tus hilos me atrapan.... cuanta verdad en tus pensamientos.
Querría ver la lluvia...unavez por estos lados y sentirme tan sabia como vos en este escrito.
Un abrazo
Feliz coincidencia entonces porque yo también adoro las tardes cenizas, los días delluvia y el frío. Que bonita entrada y que bonito blog cuajado de sentimientos. Me encanta el nombre de tu rinconcito "El laberinto de Ariadna"...
Gracias por tu paso y por tus comentarios...Un abrazo grande!!!
Volveré!!
Hola Carmen,que bonita tarde gris,la lluvia y la melancolía van tomadas de la mano, muy justas tus palabras para describirlas.
Me encanta^^
Hola Carmen, encantada de que te hayas pasado por mi casita y de que te haya gustado lo que has visto, aquí estoy devolviéndote la visita y voy a pasearme un ratito por aquí para ver qué descubro. Un abrazo
Gracias por visitarme Carmen y te doy la enhorabuena por tu blog, pues es una auténtica maravilla.
Escribes como los ángeles.
Me encantaron tus tardes de ceniza y me dejé seducir por tu lluvia.
Cuida de tu felicidad, pero sobre todo de tus palabras.
Espero que seamos buenos amigos.
Un beso muy fuerte.
Por esto y por muchas cosas más me encantan las tardes de otoño!!!
Besos wapa!
La lluvia es hermosa, con toda su melancolía, me encanta.
La lluvia limpia, marca un nuevo comienzo. Todo parece renacer, y el sol sale con mas fuerza.
Muy bellas tus palabras.
Besos.
Me encanta la lluvia.
Y me encanta ver detrás de un ventanal,a la gente mojandose.
Algunos,con intentos de llegar secos a su destino,tapándose con hojas de periódico que ya no podrán leer.
Pero,(y esto no se lo digas a nadie..)no me gusta la gente con paraguas...
Besos desde el otro lado del mundo...!
Hombre Carmen¡¡¡
Pues la verdad es que yo tampoco sabía que tenías un blog. Me alegro de encontrarte por estos lugares.
Actualizo bastante poco, lo que mi oficio me lo permite... Jejeje
Bueno pues visitare tu blog, que escribes muy muy bien.
Besos.
Amo la lluvia y más en verano.
Paso a dejarte mis saludos.
q linda la lluvia.
q lindos pensamientos. caminar, esa es la meta.
gracias por pasar por mi lugar.
beso.
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